No es bueno, no es malo... es lo que es


Lejos de ser un comentario de carácter obligatorio, nada más me gustaría hacer hincapié en algunos puntos que me parecieron relevantes de la proyección “Todos los hombres del presidente”. Un filme de ese calibre podemos decir que habla por sí solo. Encuadres arriesgados, tomas casi perfectas, una historia fluida, bien representada y actores con tanta sustancia (y futuro prometedor en ese entonces), no son los únicos factores que nos expresan la realidad que se empeñan en exponer, la vida del periodista.


Lo maravilloso de esta película es que dentro de sus aspectos bien logrados va uno que casi parece implícito. El constante comportamiento de los periodistas (Hoffman y Redford) revelan un cuestionamiento ético fuertísimo de lo que implica tener esa garra de periodista en un mundo que establece lineamientos morales y de una ética social que si te pasas, llega a ser tan mal visto que automáticamente te transformas en un portador del letrero “amoralidad”.


Mis clases de ética y yo no nos llevamos bien, debo admitirlo, tal vez porque mi individualismo y mi relativismo no me dejan ver claro ese “mundo equitativo” del cual sabemos están las reglas más no su aplicación. Tal vez sea una cuestión de egoísmo de mi parte, pero confío plenamente en el hecho de que una avalancha comienza por un copo de nieve, en otras palabras, las ideas y sentimientos bien encaminados (hago hincapié en la idea de bien encaminados) de un ser determinan su comportamiento y por consiguiente las circunstancias subjetivas que se viven. Puede que nuestras ideas choquen en lo absoluto, y en ese aspecto no me peleo con la ética, porque a la tolerancia la respeto, no obstante cada quien tiene un color de lente hacia la vida. Unos la ven negra, otros rosa y algunos pareciera que ni la ven.


La vida, siendo realistas es injusta y no andamos como Moisés estableciendo lineamientos con nuestros bloques de piedra para hacer que todos actúen apegándose a la realidad de cada quien. Aquí entran los modos del periodista. Como nos lo menciona nuestra maestra, para ser periodista hay que tener intuición y curiosidad. En síntesis tener la adicción de querer llegar siempre más allá. Lamentablemente cuando amas algo de verdad, sea bueno o malo, dejas muy de lado a la señora ética si es necesario. En un ejemplo muy extremo, como el junkie que no puede vivir sin sus excesos diarios. Me atrevo a decir que el periodismo es igual. Cuando te atrapa, te atrapa.


Ahora, en base a lo mencionado, cuestionarme la ética de los personajes sería como cuestionar al junkie, claro que sabemos que lo que hace es malo para su salud y que tarde o temprano sufrirá sus determinadas consecuencias, pero siempre seguirá teniendo sus adicciones y sus hábitos (por algo bien dicen, old habits die hard). En el caso de los periodistas, claro que incomodan, incluso afectan a terceros, pero no se les puede negar su naturaleza, creo que puedo hacer una referencia en plano realista acerca de que las cosas no son totalmente buenas ni malas, son lo que son, con todo un trasfondo subjetivo que finalmente se acaba adaptando a la realidad compartida del mundo inperfecto en el que residimos.

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