Ceniza eres, y en ceniza te convertirás

Podemos correr lejos pero no escaparnos, no de ésta, de la sentencia que tenemos desde el momento del primer latido de nuestro corazón, la que nos cuenta el tiempo con un reloj de arena.

Según la ciencia somos materia, y la materia se transforma… morimos y nos volvemos cenizas, abono para plantas… ¿¡QUE!? ¡No señor, no podemos aceptarlo!, ¿cómo lo que denominamos, nuestra grandeza como humanidad se puede reducir a un proceso sumamente práctico y biológico?, en el que acabamos siendo ya ni siquiera la pequeñez que entendemos ser en el universo.

Una encuesta hecha por el Instituto Mexicano de la Juventud publicó entre varios datos que uno de los principales miedos de los adolescentes y adultos jóvenes de nuestro país es morir. Al pensarlo es tan obvio, siempre ha sido la interrogante más grande del ser humano. Durante miles y miles de años hemos tratado de explicar mediante todas las teorías y formas que se nos ocurren eso que no entendemos y probablemente sigamos sin saber hasta la hora que a cada uno nos llegue nuestro momento.

En nuestra condición humana tenemos más que el derecho, la necesidad de creer en algo, ya sea, metafísico, espiritual, católico, budista, científico etc. Eso nos hace aspirar y reafirmar nuestra importancia como especie. Moriríamos de confusión sin ello.

Nos da miedo lo no comprobable, por eso a todo le queremos poner nombre y etiqueta, nos asusta lo desconocido, sobre todo cuando esto viene a romper con la frágil burbuja de realidad relativa que llamamos vida, es nuestra naturaleza... Sócrates dijo: “todo el mundo le teme a la muerte como si supiera con absoluta certeza que es el peor de los males". ¿Qué pasaría si fuera lo mejor que nos puede pasar?  estamos condenados a vivir con el tiempo marcado y quizás a nunca saber que hay después de la vida, si es que lo hay.


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